Greyfriars Bobby de Edimburgo es, sin lugar a dudas, el rey de los perros famosos de Escocia y uno de los más queridos de todo el mundo. Pero la ciudad alberga más canes con historia, como Maida, el mejor amigo de Sir Walter Scott o la querida Beauty. ¡Por no mencionar el curioso cementerio de mascotas del castillo y su perro viajero!
Quiero celebrar el artículo número 100 de este blog honrando a nuestros mejores amigos, ¿te vienes conmigo a descubrir la historia más perruna de Edimburgo? 💁♀🐶
1. Greyfriars Bobby, el perro más fiel de Edimburgo
La historia tradicional de Greyfriars Bobby comienza hacia 1857, cuando este pequeño Skye Terrier patrullaba las calles de Edimburgo en compañía de su dueño John Gray, vigilante nocturno. Cuando este falleció de tuberculosis en 1858, se dice que el fiel perrito pasó catorce años viviendo junto a su tumba en el cementerio de Greyfriars, hasta que a él mismo le llegó la hora de partir en el invierno de 1872 a la longeva edad de dieciséis años.
Greyfriars Bobby fue enterrado en algún lugar cercano a las puertas del camposanto, un raro honor que le fue concedido gracias a su enorme popularidad y es que, mientras vivió, multitudes acudían cada día a la una en punto, con el cañonazo del castillo, para verlo caminar desde su refugio junto a la tumba de su amo hasta un pub cercano (que hoy no existe) donde le alimentaban.
Un año después de su muerte, una filántropa inglesa llamada Lady Burdett-Coutts, impresionada por la historia, mandó erigir frente al cementerio una fuente coronada por una estatua de Greyfriars Booby.

Mucho después, en 1981, una asociación escocesa de ayuda a los perros erigió una lápida en conmemoración del animal en las cercanías del lugar donde se cree que fue enterrado. Y, así, el perrito más fiel de Escocia pronto se convirtió en leyenda y en atracción turística internacional.

Sin embargo, estamos ante una historia voluble y muy difícil de reconstruir si nos atenemos exclusivamente a las fuentes históricas fiables. ¡Ahora veremos por qué!
Muchos de los turistas que visitan a Greyfriars Bobby frotan la nariz de la estatua en la creencia de que trae suerte en virtud de una antigua tradición.
¡Tal tradición no existe! Esta costumbre fue inventada muy recientemente por una empresa de tours para animar a sus clientes y ha hecho más mal que bien, puesto que el roce continuado daña la delicada estatua del perrito. El Ayuntamiento de Edimburgo no cesa de pedir que se respete a Bobby. ¡Así que no le toques la nariz cuando vayas!
La historia tras la leyenda de Greyfriars Bobby
Con todos los datos en la mano, podríamos decir que el perrito conocido como Greyfriars Bobby definitivamente existió y que quizás una parte de las historias que se cuentan sobre él sean ciertas. Pero a partir de ahí surgen muchas preguntas y se abre paso la picaresca humana…
Los rifirrafes acerca de la veracidad de la historia comenzaron tan solo una década después de la muerte de Greyfriars Bobby. Lo hicieron en el periódico The Scotsman por medio de una serie de cartas de dos personas diferentes. Ambas decían conocer la historia de Bobby de primerísima mano, pero ambas contaban cosas muy diferentes respecto a detalles como el dueño del animal y la supuesta lealtad de este.

Lo cierto es que en aquella época había muchos perros vagabundos en Edimburgo y algunos de ellos habían hecho del cementerio de Greyfriars su hogar. Allí los visitantes los alimentaban y solían tomarles cariño. Quizás alguno de ellos escogió como lugar predilecto la tumba de John Gray y la gente empezó a imaginar y a construir una emotiva historia de fidelidad, apoyada efusivamente por los comerciantes de la zona, que vieron en la afluencia de curiosos una oportunidad de negocio.

Así lo sostiene Jan Bondeson en su libro Greyfriars Booby: The most faithful dog in the world (2011), donde además asegura que el Greyfriars Bobby original murió en 1867 y fue reemplazado por otro perrito similar que vivió cinco años más. Eso, desde luego, explicaría su extraordinaria longevidad, puesto que es muy improbable que un Skye Terrier supere los trece o catorce años de edad, máxime en esas condiciones.
No hay dudas, pues, de que un perrito (o varios) conocido popularmente como Greyfriars Bobby existió entre 1857 y 1872. Hay crónicas que nos hablan del entusiasmo popular por él. Incluso nos han llegado tanto su collar, pagado por Sir William Chambers en 1867, como los resultados de su autopsia, realizada en el Colegio Veterinario de Edimburgo y que conluyó que el animalito falleció por un cáncer de mandíbula.

El resto de los detalles de la historia quedan a la especulación del lector. ¿Fue Greyfriars Bobby un ejemplo de entregada fidelidad canina o su leyenda fue el fruto de la imaginación de los visitantes del cementerio de Greyfriars y de la picaresca de los comercientes de la Old Town?
Creo que lo seguiremos queriendo igual y, sea cual sea su historia real, siempre será nuestro favorito de entre todos los perros famosos de Escocia 🐶
2. Maida, el mejor amigo de Sir Walter Scott
El mastodóntico monumento victoriano dedicado a Sir Walter Scott se alza desde 1840 dominando con sus pináculos neogóticos la avenida de Princes St en Edimburgo. Es el monumento más grande del mundo dedicado jamás a un escritor.

El monumento consta de setenta estatuas y es precisamente una de ellas la que nos ocupa: la de Maida, el fiel amigo que descansa a los pies de Sir Walter Scott. El escritor tuvo varios perros a lo largo de su vida, pero Maida fue sin duda al que más amó.

Maida era un cruce entre una raza pirenaica y el precioso y popular deerhound o sabueso de las Highlands. Eso le daba un aspecto híbrido entre perro y lobo y un carácter extraordinariamente dulce y familiar. Scott lo nombró así por la Batalla de Maida, una importante victoria británica frente a Napoleón que había tenido lugar no muchos años antes del nacimiento del animal.

Sir Walter y Maida vivieron juntos casi once años, hasta que una noche después de la cena el perro falleció súbitamente sobre la paja en la que dormía. Llevaba enfermo y débil algún tiempo y Scott ya temía que su amigo pronto le abandonaría. Al día siguiente, el escritor escribió a su hijo Charles para contarle las tristes nuevas y decirle que había enterrado a su querido Maida bajo una estatua del animal que ya existía a las puertas de su mansión de Abbtosford.

Así, cuando en 1840 se levantó el Monumento a Scott en Edimburgo, a nadie le cupo ninguna duda de que Maida, uno de los perros famosos de Escocia más entrañables, debía ocupar un lugar a los pies de su amigo humano. Y allí les podéis ver si venís a visitar la ciudad, juntos para siempre.
3. Dobbler y el cementerio de perros del castillo de Edimburgo
El castillo de Edimburgo alberga curiosidades sin fin y una de ellas es su cementerio de perros, que es visible desde la parte de las murallas donde está el famoso cañón que dispara a la una en punto.

Este cementerio de perros data de 1837 (aunque el primer enterramiento perruno de que se tiene constancia es el de Fido en 1847) y quiso ser un lugar agradable donde albergar a los mejores amigos de los soldados de la guarnición. Hay en él unas veinte lápidas y muchas de las inscripciones se han borrado ya, aunque algunas aún pueden llegar a leerse. Es el caso de la de Jess (1881), mascota de la Black Watch o la de Winkle (1980), «el mejor y más leal amigo de Lady Gow y el Gobernador».

De todos los perros del lugar, sin duda el más popular, por ser el más viajero, es Dobbler, que viajó con el regimiento de Highlanders de Argyll y Sutherland a lugares tan exóticos como Sudáfrica, China y Sri Lanka. Dobbler dijo adiós a su regimiento en 1893 tras vivir una vida llena de aventuras y de amigos humanos.
4. Beauty y el Gran Lafayette
El Gran Lafayette (Sigmund Neuberger) fue uno de los ilusionistas más grandes de su generación y, desde luego, el mejor pagado, llegando a rivalizar en fama con el famoso Houdini. Alemán de nacimiento, recorrió el mundo entero con sus espectáculos de magia e ilusionismo.
Precisamente, de entre sus legiones de admiradores destacaba el propio Houdini, que en una ocasión le regaló una perrita terrier a la que el ilusionista llamó Beauty y que se convertiría en su objeto de adoración. El Gran Lafayette la llevaba consigo en todas sus giras y se aseguraba de que no le faltara ningún lujo: su propio catering de golosinas, collares con diamantes y hasta una suite solo para ella.

A la muerte de su adorada perrita, que vino a suceder en Edimburgo en 1911, el Gran Lafatte quedó desolado y ordenó que, cuando él muriese, fuera enterrado con ella. Tras pelear duramente con el ayuntamiento, consiguió dar sepultura a Beauty en el cementerio de Piershill, en un suburbio al este de la ciudad.
Tan solo cuatro días después, mientras el ilusionista realizaba su mundialmente famoso espectáculo de «Lion´s Bride» en el Empire Theatre (hoy Festival Theatre) de Edimburgo, ocurrió un accidente y el escenario se vió envuelto en llamas rápidamente. El Gran Lafayette logró escapar, pero regresó para intentar sacar a su caballo del incendio y, finalmente, falleció junto a otras diez personas.

Tras una rocambolesca confusión con el cuerpo, digna de cualquiera de sus espectáculos de ilusionismo, y un funeral multitudinario, finalmente el gran mago y Beauty se reunieron en el cementerio de Piershill, a donde puedes ir a visitarles para rememorar esta, cuanto menos, curiosa historia.
¡Espero que te haya gustado esta recopilación con la historia de Greyfriars Bobby en Edimburgo y de otros perros famosos de Escocia!
¿Cuál de ellos te ha llamado más la atención? ¡Cuéntamelo en los comentarios y charlamos!
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Conocía la historia de Bobby he visitado su tumba varias veces y le dejé palito para jugar. Pero me ha sorprendido y gustadi mucho la de beauty y lafayette. La próxima vez que vaya a edimburgo me fijaré bien en ma estatua de Walter Scott y Maida y la tumba de Beauty y Lafayette. Gracias por explicárnoslo tan bien 🙂
¡Me alegro mucho de que te haya gustado, Marta! Ojalá puedas volver pronto a Edimburgo 🙂
Me encanto, seguro que Bobby si existió y fue el compañero fiel que describen, pues son el amor mas sincero que puedes encontrar. Muchas gracias!
¡Me alegro muchísimo de que te haya gustado, Lourdes!
Bobby existió seguro. No hay bichiños más fieles que nuestros perretes, y seguro que Bobby lo fue con quién mejor lo cuidó. O por lo menos eso es lo que se va a quedar en mi cabeza 😉 Gracias Ana por este artículo tan tierno
¡Me alegro mucho de que te haya gustado, guapíchima! Nuestros perretes los mejores, los reyes de todo 😍😍😍